José Luis Perales: “Mientras haya historias que contar, ahí estaré yo”
Escrito por Francisco Rodriguez el 14 abril 2022
Tras casi cinco décadas enamorando al mundo hispano con sus himnos, José Luis Perales quiere bajarse de los escenarios y dedicar más tiempo a los placeres de su vida. Eso sí, en una charla con Efe en Buenos Aires, en la que defiende el reguetón y desnuda sus eternos miedos, el prolífico artista español advierte: “Mientras haya historias que contar, ahí estaré yo”.
“Si las musas llegan y me soplan al oído una nueva canción, por supuesto que las voy a escuchar. Y si eso pasa, pues tendrá que haber disco. Lo que no creo que ya vaya a haber, aunque nunca se puede decir ‘de este agua no beberé’, es otra vez estos conciertos y giras tan largas”, cuenta el autor de temas eternos como “Y cómo es él” y “Un velero llamado libertad”.
Padre de dos hijos, ya mayores, y abuelo de cuatro nietos, Perales (Castejón, Cuenca, 1945), que además de triunfar cantando atesora una larga carrera como compositor de ‘hits’ para Raphael, Isabel Pantoja, Rocío Jurado o Mocedades, cree que su presente pasa por seguir disfrutando de su “pasión”, la música, pero de otra manera, escribiendo en paz en el pedazo de campo que tanto ama.
“Tiene mucho de mí de pequeño. De niño iba a coger cerezas a ese sitio, y llegar allí de nuevo es escuchar a los pájaros diciendo, ‘a ver qué pasa hoy, a ver de qué vas a escribir hoy’”, señala.
MIEDOS ETERNOS
Inmerso en la gira “Baladas para una despedida”, que en su último tramo le lleva a Argentina, Chile y Uruguay tras pasar por Estados Unidos, dice adiós a los escenarios -el último concierto será el 24 de abril en Montevideo- con facultades intactas -“curiosamente después de tantos años canto mucho mejor”, asegura- y con más aplausos que nunca.
“Quiero terminar tal como empecé pero con menos miedos. Y ahora mismo simplemente tengo el miedo de mañana cuando cante, porque no creas que se me han ido los miedos”, insiste.
Temor al fracaso que arrastra desde que, a comienzos de los 70, siendo estudiante de maestría industrial al que le encantaba componer canciones, el productor Rafael Trabucchelli le cambió la vida cuando le animó a cantar y no solo escribir.
“Me descubre de alguna manera cuando le presento una canción para Jeanette, el “Por qué te vas” (la canción más versionada de su carrera). Y cuando la oye me dice ‘¿y tú por qué no cantas?’”, recuerda.
Pero el destino llevó a este autor que no quería ser cantante a publicar en 1973 su primer álbum, que incluía “Celos de mi Guitarra”.
“Que explotó rápidamente y antes que nada aquí en Argentina. A las dos o tres semanas me llaman de la compañía y me dicen que tengo que venir a recoger el disco de oro”, evoca.
Ese primer viaje a Latinoamérica, que recuerda con cariño -Buenos Aires estaba forrado con sus fotos-, dejó anécdotas como su propia fuga para evitar un encuentro con periodistas: “Busqué un pretexto para no estar. Era verdaderamente increíble los miedos que yo tenía”.
“CONTANTE” DE HISTORIAS
Enamorado de la música desde niño, el compositor de “Que canten los niños” relata cómo su madre era “verdadera fan” suya. “Y cuando ella me oía canciones que yo cantaba y escribía me decía: ‘¡ay hijo mío, qué pena que no las conozca nadie!’”, cuenta entre risas.
Ya con Hispanoamérica rendida a sus pies, lo que nunca llevó bien fue abandonar durante meses a su familia para irse de gira. Hasta que hace años, un día, al volver, un gesto de María, su hija pequeña, le llevó a decir basta y espaciar los viajes: “Cuando le fui a dar un beso no me conocía, y a partir de ese momento dije ‘esto no””.
Hacer letras que son sentidas por los cantantes para quienes compone es para él el verdadero éxito de su profesión. Hasta la Jurado llegó a preguntarse cómo podía conocerla tan bien. “Pues mira, Rocío, porque yo he estudiado en Sevilla durante siete años con los Salesianos y fíjate si conozco yo el carácter andaluz. ¿Y tú que eres? Pues eres Andalucía”, rememora.
“En lo que he escrito para los demás trato de imaginar por lo menos al cantante cantando eso, incluso te voy a contar un secreto: yo los imitaba. Hacía una canción para Raphael, incluso ahora yo la hago, e imito a Raphael para ver qué tal la haría”, confiesa.
Acompañado siempre de su hijo Pablo, que ha seguido sus pasos y se dedica a la producción musical, Perales, que en los últimos años incluso ha publicado novelas, se define como “un contante de historias”, observador de las cosas de la calle y de la vida de las personas.
Aunque hoy descarta, por ejemplo, escribir un reguetón. “Porque no lo sé hacer, no por otra cosa”, subraya acerca de un estilo musical que “los chicos jóvenes han inventado y que tienen derecho a cantarlo y a divertirse con él y a vivir de eso, porque hay muchos y eso hay que respetarlo”.