Tokischa: un marketing bien estructurado para consumo de la masa
Escrito por Francisco Rodriguez el 4 julio 2022
Tokischa puede ser cualquier chica que llene los parámetros del casting para interpretar el personaje. El perfil del estilo musical urbano no requiere de una formación artística como las de Billie Eilish, Dua Lipa, Bruno Mars o Techy Fatule, que también cuenta con una buena preparación artística. Estos están en otro nivel.
Lo de Tokischa es del bajo mundo, a lo Cardi B o la contraparte de Bad Bunny, que con solo “ladrar” decadencias, postear calenturas sexuales e irreverencias con actitud y propiedad es más que suficiente.
En Hispanoamérica se requería la versión femenina de Bad Bunny, que está bien posicionado en el “top of mind” de la generación Z y Tokischa fue la elegida. Es una “Industry Baby”, su hada madrina. Colaboraciones por arte de magia con figuras establecidas internacionalmente como la mismísima Madonna, J Balvin, Rosalía y Dj Marshmello (partes del paquete), con el único mérito de haber profanado el Sagrado templo de la Virgen de La Altagracia, en el municipio de Jarabacoa.
Por cierto, con el productor Marshmello, puso a circular hace poco la pieza pornográfica “Estilazo”, cuyo video es un aquelarre donde explota en desenfreno el impulso biológico del sexo y promueve libremente el consumo de sustancias prohibidas, no para ella. Toda una teatralidad de oropel meramente lucrativa, que evidencia de que vivimos en una profunda crisis y pobreza espiritual.
Eso sí, todo con el apoyo de la industria de la música, que parece está rendida a “sus pies”, dispuestos a llevarla al más alto nivel abriéndole el camino hacia la masividad. Desfiles en la alfombra roja de los premios Latin Billboard, reseñas en los diarios (New York Times) más importantes de Estados Unidos, valorándola y dándole una alta puntuación “artística” por tener un comportamiento transgresor, un estilo vocal triple XXX y crear controversias.
Tokischa predica con orgullo y arrogancia lecciones de la vida sexual sin responsabilidad con tinte nihilista. Es lo opuesto a representar una generación que cuestione (Sex Pistols, Rage Against The Machine) las barbaries que han cometido los “lideres” responsables de edificar un mundo mejor y participativo para todos o escribir prosas para sus seguidores tener herramientas acerca de cómo navegar en sus conflictos personales, sociales y existenciales, para emerger transformados en algo mejor como individuos y sociedad.
Es una fémina elegida para dividir y promover antivalores en la cultura pop. Para llegar debe seguir el guion al pie de la letra, a menos que en un arranque de fuertes emociones, hastiada del control y las exigencias de la industria intente revelarse (Demi Lovato), lo cual por ahora no sucederá pues está metida a fondo en el personaje. Por nada va a querer ser desterrada al anonimato, a menos que la industria necesite otra en el personaje como sucedió cuando hizo su génesis en etapa de promiscuidad Miley Cyrus, para reemplazar la ingenuidad sensual de Britney Spears.
¿Por qué no le tocó a la Materialista, que en los últimos tiempos ha utilizado varios “recursos” de marketing para llamar la atención y ha demostrado que es buena desempeñando el papel? Simple: se requería una figura nueva, fresca y muy buena en el personaje con capacidad para conectar con la generación de la actualidad, los próximos consumidores a adoctrinar. Lo importante es la facturación (Sludge Factory, Alice In Chains) que hay detrás y la moralidad “pal carajo”. A fin de cuenta a los inocentes adolescentes no les importa lo que unas docenas de moralistas aun sean sus padres opinen o dejen de opinar y a la industria de la música mucho menos. Ella está hecha a medida por donde va la industria musical urbana contracultura y hay que facturar.
La generación Z es el target
Su arma de ataque es un pop urbano visceral, extravagante y líricas expresionistas (Lucian Freud), bizarras y decadentes saturadas de sexo tóxico, que exacerban los sentidos y parece atractivo para la generación Z, que ya de por sí está adoctrinada.
Una “supuesta” vida de supervivencia en el bajo mundo es la musa de inspiración para Tokischa, postear en sus redes y crear liricas plagadas de un apetito sexual compulsivo similar a la adicción de cualquier sustancia prohibida, la promesa básica para sus seguidores alcanzar la “iluminación” del desenfreno. Es el gancho del movimiento urbano para moldear el perfil con los parámetros de los productos a mercadear con música (flautista de Hamelín) de manera natural y que respondan a las necesidades de los desafiantes adolescentes y potenciales consumidores en su más pura ingenuidad por romper con el cordón umbilical de la niñez.
Presas fáciles chicos y chicas inocentes entre 16 y 20 años que probablemente no pueden discernir con total asertividad lo que es apropiado para su bienestar presente y futuro. Todo es parte del teatro de la vida, el circo, una barbarie que se repite y que no va bien a los ojos de Dios, el juez final.
Siempre ha sido una distracción para ser alejados de lo esencial y lo verdadero, el AMOR, sentir que saca de nuestro interior lo mejor como seres humanos civilizados.
Un negocio masivo y lucrativo
Es un negocio muy lucrativo que pareciera estar limitado a los medios electrónicos, la radio, servicios digitales de música, redes sociales, promotores de eventos, recintos, bares, discotecas, entre otros.
Sin embargo, la realidad es otra. Al igual que en el pasado el negocio masivo, redondo en su más amplia gama de productos y servicios es crear hábitos, costumbres y comportamientos que rigen nuestras vidas de consumo desde la adolescencia hasta el final de la vida productiva.
Al igual que en el cine, los deportes, la industria del entretenimiento para romper con el status quo y en lo que concierne al renglón específico de la “música” en este caso, saca periódicamente modelos aspiracionales como: Tokischa, El Alfa y Bad Bunny, como lo han sido Jim Morrison (The Doors), Black Sabbath, Kiss, Madonna, Marilyn Manson, Lady Gaga and company. Son solo algunas referencias inevitables y partes de movimientos contracultura en sus respectivas épocas que el sistema con el paso del tiempo absorbe dándole el estatus de “moda”, para luego, ser reverenciados.
Es una sofisticada ingeniería social que también crea hábitos de consumo de sustancias y bebidas que generan pingües beneficios, pero que dañan el cuerpo, la mente y al ser humano en su esencia divina y en la que todos de una u otra forma quedamos atrapados en la “música” de nuestra generación. El Trap/Dembow, atrapó a la generación Z, marcando un nuevo ciclo de la farsa, y va a continuar. ¿Hasta cuándo? ¿Quién sabe? ¿Quién puede decirlo?
Fuente: Ticket Express Media